martes, 21 de noviembre de 2006

INCONCIENCIA


Masturbare a mi inocencia por quererte ver
querete tokar, abrazarte talves
quiza mirarte por detras
mis manos rebalsan el dolor
de escuchar los quejidos sin tu voz
y dandole sermones a dios
correre tras un milagro
que olvido sobre su cruz.
te buscare en mis mordasas
koloreando las mañanas
que olvidaron al sol en su kama,
entonces sabre que de tu boca seca
escapan los misterios
que guardaste envueltos en canciones;
y pregunto
¿que aguardaras de mi?
si de mi no queda mas
que aquellas miradas
que no soltaron sus ojos hacia mi;
quiza la tempestad de tu mano
me puso sobre el incontenible
momento de verme caer antes de morir
frente a mi cruz....

SECRETO DEL CIELO Y YO


Me sentare a dibujar una escarapela
con tu nombre
dejare la puerta abierta
de los duendes del olvido
dejare caer mi miedo al sol
no escavare entre tus pasos
y no silvare en tus canciones.

si tan solo el tiempo
resvalara en el quejido de mi voz
soltaria los lasos que me cosen a tu oracion
resucitare a ese mago de las cenizas
que hizo ver los tejados rotos
de mi mundo detenido en tu andar.
dormire a la luna
y asaltare al sol
agachare al cielo entre los dos
y mandare al viento a traer tu voz...

ASI VAMOS MURIENDO



Mírame a los ojos fijamente,
Dime si puedes verme,
Si la oscuridad te lo permite…
Ven conmigo a este mundo sombrío,
Acompáñame a vivir de la soledad,
No respires, así vamos muriendo.
Toma mi mano fría de aislamiento,
Besa mis labios sellados por el dolor,
Entrégame tu corazón puro,
Déjame llenarlo de oscuridad…
Y únete a esta sombra viviente,
Sigue su camino gris,
Nunca lo intentes… no respires,
…así vamos muriendo…
¿Acaso no ves?
Tengo roto el corazón,



No hay manera de salvarme,
Solo ven a mí, déjame contaminarte,
Robar esa luz que irradias siempre,
Puedes temer, has confiado,
No hay ya nada que puedas hacer…
Has caído en mi trampa de dolor y soledad,
Caíste en la tentación de estos labios difuntos,
Ahora ven aquí, atrévete a dar ese paso,
Has tuyo esta habitante de las sombras,
Que te desea lujuriosa…
No respires… así vamos muriendo…
Se oscurece el cielo blanco a su paso,
Se desaparece la luna, se pierden las estrellas.
Toma esa rosa seca que ruega por ti,
Asesínala una vez más,



Bebe de su sangre, tómala,
¡Bebe de mí, tómame!
No respires… no lo hagas,
¿No ves que así vamos muriendo…?
Cuando caiga el sol, y se apague la sonrisa,
Estaré esperándote, se que vendrás,
Me deseas como yo a ti,
Siéntelo… siente esa pasión dolorosa,
Placentera e intensa,
Haz parte de las sombras, ven a mi mundo…
No respires, así vamos muriendo…

Dime, quien heres?...acaso una persona comun y corriente,ja, ¡no lo creo!...o una echicera, que con tus conjuros de amor,llenastes mi corazon de sentimientos,¡¡a lo mejor!!o quizas, un Anjel enviado por Dios para sacarme de mi abismo obscuro,¡no lo se, por eso pregunto!
Dime, quien heres?que me haz echo? porque ciento esto por ti?que quieres de mi?.
si quieres mis ojos, tomalos,si quieres mi cabello, tomalo,si quieres mis labios, te los regalo,pero dime, quien heres.
si heres un angel, pues yo un mursielago,si heres una echicera, pues yo un brujo,si heres una persona comun y corriente,entonces yo sere un animal.
No se quien heres, pero lo que si se, es que ciento algo que es?no lo se

FACINACION EVANESCENTE

Hoy toqué, con mis palabras – improvisadas y densas, casi en mitad de la calle y de la conversación, cerca del atardecer – el alma de una muchacha (el alma: me niego a rebajar mi lenguaje a la mitología moderna y decir – por ejemplo – “la conciencia de una muchacha”). Fue un instante (furtivo furtivo episodio lumínico, un rayo metafísico en el tiempo de un parpadeo), pero sentí que haber salido de mi casa (la monotonía de las paredes cada vez más grises, los souvenires del pasado que no me atrevo a quemar) se justificaba. Ver la inflexión de su rostro la calma trastabillando el repentino proceso de extrañamiento el ingreso brusco en el revés de las apariencias la máscara resquebrajada revelando los rasgos bellísimos de una niña perdida y desolada su boca entreabierta incapaz de hacer pie (todo su lenguaje roto, estéril) (encima: con lo que a mí me fascina la soledad en la mujer, la tristeza). Dejó en mí una impresión profunda -la sensación de algo: algo trascendente (en fin: algo) – (como de haber pulsado un cartílago de la música secreta del universo: dos notas armónicas que se encontraban en medio del bullicio de las avenidas las máquinas la ciudad barata orfebrería). Estaban afónicas mis potencias proféticas (meses de aridez, de lejanía; meses de silencio: abdicando de la vida y de los otros, saltando de texto en texto – protegido por las ficciones - como quien huye cruzando un campo minado) y su conmoción (la presencia violenta de su vulnerabilidad, el destello incandescente de su inocencia surgiendo entre los escombros diurnos de lo rituales gestos civilizados) ante el único instrumento que sé tocar (la cavernosa verborragia de mi soledad: el único, y desparejo, espectáculo que puedo dar; allí donde me retuerzo las venas en mil morisquetas verbales, allí donde exhibo la sangre de la oscuridad con todos los lujos de la prosa) resignificó un poco la disposición de mis sombras, mi ánimo aparcado en la angustia; y no fue solamente vanidad: fue -¡también! – el signo de que, por algún fortuito accidente, por alguna casualidad de los vientos, los velos, las máscaras, los caparazones pueden derrumbarse (al menos agrietarse hasta ofrecer una hendidura – un pasaje (efímero; ¡qué importa!, un tímido conducto) y que la prisión de la piel ceda su imperio para que el milagro del contacto (un milagro muy raro) acontezca, y alivie con su paso (brevísimo: casi no ocupa espacio en el tiempo sucesivo; que ¡menos mal! es de los tiempos el menos habitado) las llagas las llagas que la perseverancia melancólica de Lo Real hundió en lo más callado de mi deseo desierto, harto de ansia, errante entre las ruinas de un cuerpo hecho de nostalgias de lo que no ha sido, y para las lágrimas (la tinta de mi lapicera) de lo que tuvo que ser, vanamente. Hoy toqué, con mis palabras, el alma de una muchacha: hermética como era se abrió ante mí en un maravilloso desconcierto. Es una cosa fugitiva (lo que dura una ilusión antes de volverse condena); pero tiene algo de comunión, algo que redime: me deja creer que tengo un alma (como se le deja creer a un niño en la magia) y que todos los desasosiegos que empleé en labrarla no fueron totalmente estériles – no fueron solament